16


Vengo cada noche desde tu partida
miro el firmamento buscando consuelo
pero nunca encuentro la calma que anhelo
no existe remedio que cure mi herida.

Fuiste mi tesoro, mi mayor desvelo,
y aunque tu consorte fuese la bebida
hoy, sin la menor duda daría mi vida
por alzar los ojos y ver en el cielo

tus viriles manos, tu pálida tez
tu gesto sereno de amor y recato
susurrando dulce como aquella vez

que nació el amor, como en un relato.
Un cuento de hadas, ingenuo, tal vez
que hoy recuerdo triste, tomando moscato.



De la serie Sonetos de amor etílico




No hay comentarios.:

Publicar un comentario