Entonces cuando estás completamente obnubilado con esos chirimbolos increíbles
de tu nuevo teléfono sintiéndote una cruza de James Bond con Flash Gordon, te
llega un mensaje lleno de pq, tb y lol, rematado con una carita feliz, que
seguramente le haya ahorrado mucho tiempo al escribiente pero a vos te lleva una
eternidad descifrar.
Y ahí nomás te das cuenta que con el telégrafo estábamos
bien. Que no hacía falta mucho más que eso, que tuvimos que seguir de largo
para terminar volviendo al punto justo.
Ya sé, ya sé: “no se ponga así nono, la pastilla”. Vos
gastame todo lo que quieras, pero la verdad es que cuanto más botones tenés, menos
ganas de apretarlos te da.
Una mezcla triste de ansiedad y desidia te obliga a resumir sin necesidad cosas que no tienen la más mínima importancia.
Una mezcla triste de ansiedad y desidia te obliga a resumir sin necesidad cosas que no tienen la más mínima importancia.
Lo cual, más que una paradoja es una confirmación: esas
cosas no tienen -efectivamente- la más mínima importancia.
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