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Entonces, ¿Qué nos enseña la historia?

Que si a David Copperfield se le hubieran visto los cables no se habría podido levantar a Claudia Schiffer.

Lo cual nos permite concluir que lo importante no es ser auténtico sino sostener el truco.

Aunque sabemos que estamos colgados con alambre, igual creemos que hay otros que flotan, y hasta llegamos a convencernos de que nosotros también podemos. Porque la diferencia entre ilusión y realidad desaparece si el truco es bueno.

Y el que duda, se cae.



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Si queremos sostener un tiempo más eso de que el arte sirve para algo tenemos que dejar de hacer algunas preguntas.

Nunca hay que mirar adentro de la empanada, mejor dejarse llevar y mantener el misterio, que es lo único que justifica todo este asunto.

Y vemos hasta donde tira.




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Dicen que las ideas no se matan.
Puede ser. A mi me parece que la sentencia es materialmente acertada pero retóricamente discutible.

Lo que sí se puede matar, indiscutiblemente, es la carne portadora. Y una idea sin envase es como gas sin garrafa. Por lo tanto supongo que es posible llegar a matar una idea si se tiene la determinación y los recursos.

La cuestión es que parece que las ideas originales no son tan variadas, entonces hay altísimas probabilidades de que se repitan. Aún con años y kilómetros de distancia vuelven a aparecer, aleatorias, inconexas e implacables.

Más que de inmortalidad deberíamos hablar de reencarnación, que es más o menos lo mismo pero sin memoria.