39

Yo te señalo el sol y vos me mirás el dedo.

Cuando se venga la noche no vas a poder ver ninguno de los dos.




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Las paradojas suelen ser esclarecedoras.

Si la discusión sobre la validez de la lógica binaria (bien/mal, derecha/izquierda) sólo tiene dos posiciones (a favor/en contra) debe ser por algo.

O no.




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No se me ocurre otro ejemplo de una especie luchando permanentemente contra sus debilidades.

Parece que casi todo lo que deseamos, lo que el cuerpo pide y el inconsciente demanda está mal.

Claro que esto no pretende ser una apología del crimen, las adicciones, la agresión sexual, el exceso de sal en las comidas o cualquier otra conducta perjudicial o socialmente condenable. Sólo trato de señalar que lo único que evita que esas acciones se concreten es el esfuerzo constante que hacemos para controlar los impulsos básicos.

Supongo que esa debe ser la esencia humana, reprimir pulsiones.
La pucha.



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Tenemos que hacer algo urgente con la nomenclatura sexual. No puede ser que todavía estemos usando “fellatio” y “cunnilingus” para referirnos a prácticas que claramente demandan una denominación más acorde a su carácter lascivo y febril.

Incluso hay casos a la inversa: “colombofilia” por ejemplo suena a perversión rebuscada y resulta que se refiere -decepcionantemente- al adiestramiento de palomas .

Mi equipo de colaboradores (Karina) ha realizado un exhaustivo relevamiento y llegamos a una preselección que incluye a los siguientes candidatos: “Caterva”, “Glotis”, “Alcachofa”  y “Subterfugio”.

Obviamente son palabras que ya existen pero están mal aplicadas y se desperdicia su potencial erótico. Por eso mi humilde propuesta es hacer un enroque. Por ejemplo, que el cunnilingus pase a llamarse subterfugio y viceversa.

Todavía no elevamos la solicitud formal a la Real Academia, así que estamos a tiempo de recibir sugerencias. Mandá tu propuesta y ganá fabulosos premios.


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Las historias de superación suelen ser parecidas.

Nunca falta el momento revelador, el punto de inflexión en que se toma conciencia profunda y se inicia el camino de redención, algo que interpretamos como una señal milagrosa e inequívoca del destino.

Puede ser una casualidad, una desgracia o una boludez, pero aunque el lento y doloroso proceso de cambio haya consumido meses, años o incluso décadas, a los laureles siempre se los lleva esa excusa.

La ilusión de epifanía pura y absoluta compacta el extenso y oscuro período de duda, cobardía y debilidad en un instante místico y sublime. Borra el rastro de nuestras miserias y nos hace creer que de ahora en más vamos a ser mejor que antes.

Y así es como empezamos a mandarnos cagadas nuevas, lo que no es poco.




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Un hobby: ayudar a los necesitados. Un deseo: la paz mundial.

Parece que cuando nos toca decirle al mundo qué queremos somos todos la reina de la primavera dando el discurso arriba de un banquito mágico que eleva nuestra estatura moral.

Y resulta que la moral siempre está más arriba que el culo porque se trata de cómo deberían ser las cosas, no sobre cómo son. Entonces es fácil: un par de enunciados indiscutibles y volvemos a la reconfortante indolencia de siempre sintiéndonos la reencarnación de Nelson Mandela.

La ética, en cambio, es puro ahora. No hay fórmula posible, exige una respuesta particular e inmediata para cada situación. Digamos que está al ras del piso, o mejor dicho, que es el piso donde rebotamos después de cada enunciado lleno de buenas intenciones que no podemos sostener con hechos. Y si encima estás arriba del banquito el golpe es más duro.

Si se pudieran ver los moretones seríamos todos color violeta.



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Madrugar no es mi fuerte, pero esa mañana estaba de buen humor. La temperatura era agradable y el sol pegaba de costado en la ventana que da a la calle, por eso la abrí.

Las persianas viejas son mañeras. La operación de desplegarlas por completo suele llevar unos minutos y hacer una serie de ruidos difíciles de ignorar, sin embargo la paqueta señora que estaba en la vereda a escasos centímetros de mi ventana no se inmutó. Siguió de espaldas como si nada mirando al pequeño perro hacer lo suyo. No pude ver su expresión en ese momento pero estoy seguro que era de orgullo.

Mi reacción fue espontánea y sincera: “Señora, por favor no haga cagar al perro acá”.

Su respuesta también: “¡Ay, que maleducado!”.

No recuerdo que pasó después. Sólo que la réplica ingeniosa se me ocurrió unos 20 minutos tarde mientras le cambiaba la yerba al mate. Tampoco la recuerdo. No importa.


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No es ninguna novedad que la propaganda -por favor evitemos el eufemismo “publicidad”- apela al morbo.

Lo que no termino de entender es la necesidad de humanizar mosquitos y cucarachas para inmediatamente aplicarles un castigo ejemplar en forma de aerosol.

Saber que la víctima tenía familia, amigos e incluso sentido del humor (suelen hacer chistes antes de morir) debería ser insoportable y desgarrador. Por el contrario, parece que conocer esos detalles hace más dulce la masacre.

Quizá si los viéramos en su forma natural el exterminio sería menos perturbador (son insectos, la empatía se complica) pero no, para que truene el escarmiento y la inversión en insecticida se justifique hay que mirarlos a los ojos, escuchar sus últimas palabras y recién ahí liquidarlos sin piedad.

En este punto sería fácil asumir que lo que vemos en pantalla es un síntoma de la sociedad, pero me parece una conclusión insuficiente, un poco pelotuda.

Otra no se me ocurre.


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Supongo que debe haber una explicación técnica, pero igual me parece que habría que tener un poco más de cuidado cuando se comunican estas cuestiones.

Si a mí me decís que la humedad ambiente es del 98% me empieza a faltar el aire y me imagino que estamos a un 2% de morir ahogados. El 100% de humedad es agua, no jodamos.

Lo que pasa es que con la manija que traemos se mezcla todo y terminamos con taquicardia cuando sólo deberíamos tener un leve dolor de sabañones.



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A ver si nos vamos poniendo de acuerdo porque así no se puede. Tras que la cuestión de género es un tema sensible y bastante complicado cada tanto aparece alguno que la enrosca un poco más y tenemos que volver a replantear cuestiones que parecían superadas.

La última es la de esta persona que se considera “agender”, o sea, sin género (link acá). Por mi todo bien, pero que alguien le avise que eso igual es una categoría. Una nueva que se define por la negación, pero sigue siendo una categoría.

Entiendo el deseo de no ser catalogado para evitar definiciones relacionadas a los genitales o a la preferencia sexual que arrastran prejuicios y reducen algo tan complejo como la identidad a una serie de estereotipos limitados e insuficientes. Pero algún nombre hay que ponerle. Elegilo vos y yo te sigo, no hay problema, pero si lo vas a andar cambiando a cada rato después no te ofendas si alguno se cansa y te termina diciendo puto.



29





















No es fácil andar por la vida derrochando alegría y buena onda. Por eso la gente demasiado simpática merece, por lo menos, un reconocimiento al esfuerzo.

El problema es que el contacto con este tipo de individuos provoca un inevitable desconcierto sensorial. Es como cuando el sol pega de frente y al breve fastidio inicial le sigue una sensación agradable y nos entregamos asumiendo que la luz y el calor no pueden ser malos.

Pero en algún momento sucede, tarde o temprano. En ese instante preciso en que la sonrisa se transforma en mueca, la ilusión se torna insostenible, la duda se instala, la pupila se contrae y empezamos a prestar atención a lo que estaba en la sombra.

Es un asunto de apertura y exposición, una ecuación fotográfica: mucha luz en poco tiempo quema el rollo.



28

















Basta señores. Acabemos de una vez con esta farsa: es el huevo.

No hay forma de que primero aparezca una gallina. Un huevo es algo así como una célula gigante, por eso resulta mucho más probable que se haya desarrollado antes que un bicho completo con plumas y todo, que encima resultó ser un dinosaurio (ver post Nº 2).

Incluso los creacionistas deberían tener claro que a la hora de modelar arcilla lo más lógico es arrancar con figuras básicas. El huevo sale en la primera clase.

Ahora que dejamos claro este punto pasemos al debate profundo: ¿Pata o pechuga?.



27






















Pensá un número del 1 al 10.
El culo te abrocho.

Parece una conjetura arriesgada, pero un 10% de probabilidades es mucho. Mucho más que la quiniela. Muchísimo más que la fe, donde los factores de influencia se multiplican y el número estimado de participantes anda alrededor de los 6.000 millones. Ya sé que rezar y hacer el bien te suma puntos, pero igual es un tiro muy largo. Sobre todo comparado con otras circunstancias donde las variables son más acotadas.

Revolear una moneda por ejemplo. Ahí tenés 50 y 50, sin embargo se lo considera puro azar. Si lo pensás un poco, está mucho más cerca del método científico que decir oraciones y confesar pecados.

Pero ya sabemos que Dios, Alá, Buda, Mahoma y el Pastor Giménez obran de manera misteriosa y a veces las cosas pasan.

Y una casualidad vale más que mil razones.



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Cuando la cosa no va, no va. Y listo. Es al pedo rempujar, decía el gaucho.

El tema es que chuparse esa mandarina a esta altura es prácticamente imposible. Más en estos tiempos de corrección política y redes sociales que nos pretenden hacer creer que tenemos que estar de acuerdo en todo.

El arreglo tácito dice que somos todos buenos, solidarios, comprometidos y el que diga lo contrario es un inadaptado o algo peor. La discordancia es insoportable, parece que la única forma aceptada de interacción social es el consenso.

Podría ser un sistema viable si no fuera porque la tensión entre lo que pretendemos y lo que finalmente resulta sólo puede resolverse en violencia.

Hay que decir que tiene cierta lógica práctica: es más fácil odiar al otro que aceptar algo que no entendemos. La incertidumbre es más insoportable que la discordancia.

El problema, en realidad, es que no somos lo que queremos. Es lo que hay.



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La felicidad es una pistola caliente, cantaban los Beatles.

La imagen es maravillosamente precisa: un artefacto peligroso, imprevisible, emite un destello violento que cambia la percepción y suspende la realidad en un momento único y efímero. Hasta que la liberadora sensación de lo inevitable se desvanece dejando paso a las consecuencias. La felicidad sería ese breve lapso entre la detonación cegadora y el frío de lo concreto.

Todo muy lindo. Pero yo –que soy un poco más rústico- creo que la felicidad es básicamente idiota.

Para ser feliz hay que suspender los mecanismos de la razón, resignar cualquier tipo de análisis crítico, dejarse llevar por las circunstancias. Incluso bloquear la memoria. La felicidad es algo que sucede cuando se dan esas condiciones que describen precisamente a la idiotez.

Coincido con Lennon y McCartney en que dura poco.

La felicidad es un pedo en una canasta.



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La actualidad es una trampa.

La percepción inevitablemente limitada que tenemos del momento que nos toca vivir nos impide hacer una evaluación razonable –ni hablar de objetiva- de los acontecimientos. Todo parece importante, todo es urgente.

La forma más efectiva de enfrentar el dilema presente suele ser usando trucos aprendidos en actualidades anteriores, haciéndole trampa a la trampa.

Entonces podríamos decir que lo que realmente importa de lo que está pasando ahora es lo residual, lo que nos va a servir para entender lo que pase después.

Estar atrasado en el presente es como ver el futuro.



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Hace tiempo un tipo con nombre de frigorífico hizo una propuesta muy racional y sustentable: comerse a los pobres para terminar con la pobreza. Más precisamente a los hijos de los pobres. Las ventajas eran innumerables: mejor calidad de vida para las embarazadas (por cuidar a su producto) un crecimiento exponencial de la economía en los sectores más necesitados y un ahorro importante para el estado. Además de introducir un nuevo manjar al menú de los pudientes y sibaritas.

No llegó a implementarse por cuestiones morales y otros prejuicios de esa índole, pero creo que ha pasado tiempo suficiente como para reconsiderar la idea. O por lo menos buscar una variante aggiornada a los tiempos que corren.

Sé que hay muchos que tienen propuestas muy interesantes y no se animan a decirlas por miedo a la condena social, esa espantosa y demodé forma de censura.

Vamos muchachos, levanten la mano, no sean tímidos. Es ahora o nunca.

Wiki
Texto



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Dicen que lo que nos diferencia de otros animales es la conciencia, la posibilidad de racionalizar.

Aunque hay indicios de conciencia en algunas especies, no hay consenso absoluto sobre el tema en la comunidad científica, y ya sabemos que ante la duda siempre se impone la opinión del más convencido. Digamos que preferimos pensar que somos superiores al resto.

Entonces le entramos al churrasco sin culpa ni remordimiento, montamos caballos y vamos a pasear al zoológico, por mencionar algunas de las conductas más aceptadas. Asumimos todo eso como un derecho intrínseco y podemos explicarlo racionalmente, pero al final no es más que la clara manifestación de nuestra ineludible animalidad.

Tengo que aclarar que no soy ni remotamente vegetariano ni estoy en contra de muchas de esas prácticas, pero no puedo dejar de pensar que inevitablemente llegará el momento en que todas esas costumbres sean consideradas primitivas y repugnantes.

Al final, lo que nos diferencia es lo que nos condena. La razón nos hace creer que no somos animales.



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Para estar a la moda sólo hace falta tener paciencia.

Ni plata, ni buen gusto, ni revistas ni nada. Paciencia nomás.

Es así: vos quedate como estás, misma pilcha, mismo peinado. La naturaleza humana y las vueltas del mercado hacen que en algún punto de la historia todo eso coincida, se alineen los planetas y pum!, de golpe tenés una onda tremenda.

El problema es que dura poco, pero quien te quita lo bailado.



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Estimado Señor Bond:

No tengo el gusto de conocerlo personalmente, pero he seguido de cerca todas sus aventuras con gran interés y debo decirle que siento hacia usted un gran afecto y admiración. Las bellas mujeres y los autos veloces palidecen frente a su asombroso despliegue de audacia y coraje.

Lamentablemente, mis fieles secuaces me informan que su próxima misión tiene como objetivo atacar a este humilde servidor. Recibí la noticia con gran pesar, ya que no me resulta grato tener que eliminar cruelmente a una persona de su valía. Por tal motivo, a través de esta misiva, apelo a su buena voluntad para dirimir el asunto de una forma más civilizada.

Comprendo su preocupación por los recientes avances de nuestro programa de desarrollo nuclear, pero me veo en la obligación de señalar que existen otros casos similares, incluso más evolucionados que el nuestro. Sin embargo no veo que usted haya intentado infiltrarse en el pentágono –por dar un ejemplo al azar- y liberar al mundo de tan fatídica amenaza.

Entiendo que su accionar responde a las voluntades de Su Majestad y su país no se destaca precisamente por el diálogo, pero confío en que su inobjetable sentido común y su particular encanto logren llevar esta amarga situación a buen puerto y podamos zanjar nuestras diferencias, martini mediante, contemplando un atardecer en el balcón de mi humilde guarida secreta.

Atentamente suyo:
Mr. X



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Así no muchachos, un poco de dignidad, por favor.

No podemos arreglar todo con una cita de Oscar Wilde o un poema de Neruda que sacamos de Wikipedia y ni siquiera sabemos si es auténtico porque en la puta vida agarramos un libro de ninguno de los dos.

Que sé yo si Borges dijo eso que me ponés ahí, inclinadito y entre comillas. Así cualquier boludez parece importante. Además sabés que no me voy a poner a discutir con Jorge Luis, y con eso te asegurás -por lo menos- el beneficio de la duda.

Eso, señores, es cobardía intelectual.
Que feo.



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Entonces cuando estás completamente obnubilado con esos chirimbolos increíbles de tu nuevo teléfono sintiéndote una cruza de James Bond con Flash Gordon, te llega un mensaje lleno de pq, tb y lol, rematado con una carita feliz, que seguramente le haya ahorrado mucho tiempo al escribiente pero a vos te lleva una eternidad descifrar.

Y ahí nomás te das cuenta que con el telégrafo estábamos bien. Que no hacía falta mucho más que eso, que tuvimos que seguir de largo para terminar volviendo al punto justo.

Ya sé, ya sé: “no se ponga así nono, la pastilla”. Vos gastame todo lo que quieras, pero la verdad es que cuanto más botones tenés, menos ganas de apretarlos te da.

Una mezcla triste de ansiedad y desidia te obliga a resumir sin necesidad cosas que no tienen la más mínima importancia.

Lo cual, más que una paradoja es una confirmación: esas cosas no tienen -efectivamente- la más mínima importancia.



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Hay cosas que uno cree, cosas que uno cree que cree y otras que quiere creer.

Te pongo un ejemplo:

No tengo las estadísticas, pero supongo que el ser humano promedio cree honestamente en algo general. La paz, ponele.

Al mismo tiempo, cree creer que está a favor de algo en particular (la paz en una circunstancia puntual) pero lo que argumenta para sostenerlo deriva de la conveniencia coyuntural o de la influencia externa que asume como convicción profunda. Incluso las propias acciones prácticas contradicen esa creencia enunciada.

Finalmente, quiere creer que está a favor de eso porque es una buena persona, aunque en el fondo sepa que le falta mucha gomina para salir en Billiken.

Esto explicaría, entre otras cosas, la práctica de yoga en occidente.




16


Vengo cada noche desde tu partida
miro el firmamento buscando consuelo
pero nunca encuentro la calma que anhelo
no existe remedio que cure mi herida.

Fuiste mi tesoro, mi mayor desvelo,
y aunque tu consorte fuese la bebida
hoy, sin la menor duda daría mi vida
por alzar los ojos y ver en el cielo

tus viriles manos, tu pálida tez
tu gesto sereno de amor y recato
susurrando dulce como aquella vez

que nació el amor, como en un relato.
Un cuento de hadas, ingenuo, tal vez
que hoy recuerdo triste, tomando moscato.



De la serie Sonetos de amor etílico




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El futuro ya pasó.

Lo de ahora es otra cosa. Ese optimismo inoxidable, esa idea de que lo que viene es mejor ya no existe. Lamento ser el portador de tan cruda noticia, pero es tiempo de asumir que las cartas están echadas.

Todo lo que pase de acá en adelante está definido. Sabemos que hay robots, que se pueden clonar células, que los aparatos son cada vez más chiquitos y con menos cables y… pará de contar. A lo sumo se puede decir que va a ser todo cada vez más eficiente, pero olvidate de una novedad.

Ni siquiera hace falta imaginarse nada, te mirás alguna película de Tom Cruise y ya sabés más o menos lo que va a pasar en los próximos años.

Lo más probable es que ya tengan todo inventado y te lo van largando de a poco para que no se te amontonen las cuotas.



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No me considero un experto en el arte de la seducción, más bien todo lo contrario, pero la única certeza absoluta que tengo sobre el tema es inapelable.

Consulté varias fuentes de ambos sexos, incluso acudí a la comprobación empírica, y te puedo asegurar, te firmo lo que quieras, que no hay un sólo indicio que sugiera aunque sea una mínima o remota relación entre la bocina del auto y la libido femenina.

No conozco ningún caso exitoso. No encontré documentación, antecedentes, estudios ni experimentos científicos que avalen –o refuten siquiera- este curioso accionar. El motivo del bocinazo a las chicas sigue siendo un misterio.

Seguiremos informando.



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Querido diario:

Ser bombero voluntario no es tarea fácil. Aunque lo supiera cuando tomé la decisión de abandonar el grupo de danza para cumplir mi destino nunca hubiese imaginado cuán duro y sacrificado sería enfrentarse diariamente a estas terribles desgracias que me resultaban ajenas unos pocos días atrás.

Aun así estoy conforme con mi elección. El grupo humano es divino y el uniforme es fabuloso. La zozobra que produce la habitual cercanía de la muerte no logra empañar mi alegría ni aplacar mi entusiasmo.

Es un gran comienzo, tengo mucho por delante. Ansío fervientemente encontrar en mi nueva vida la misma pasión que alguna vez sentí sobre un escenario. Que cada golpe de mi martillo, cada chorro de mi manguera, disipe las nubes de duda que acechan mi espíritu y me liberen de la pesada carga de la incertidumbre.



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Sabés lo que va a pasar, dejás que pase y después te sentís un boludo/a porque no hiciste nada por evitarlo. Y así sucesivamente.

Infinita documentación al respecto, siglos de conocimiento y sabiduría acumulados. 
Ouroboros, samsara y otros conceptos milenarios que están ahí desde el principio de los tiempos para ilustrarnos y ayudar a que nuestro tránsito por la vida sea una espiral de virtud y no una repetición continua de errores e infortunios.

Todo al pedo. Después de que se me hierve el agua del mate por tercera vez consecutiva no queda otra que asumir que hay un inevitable patrón circular que rige nuestra existencia y nos devuelve siempre a donde empezamos.



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Buenas tardes. Vengo del futuro para aclarar un asunto que ahora parece una pavada pero ya van a ver que no es joda:

Eso del auto que se maneja solo no va a andar.

No porque sea una mala idea, sino porque cuando se empiecen a estrolar no vamos a saber a quién echarle la culpa, las empresas de seguros colapsarán y todo el sistema social y financiero entrará en un vórtice de caos y confusión que llevará a la inevitable degradación de los valores morales más básicos sumiéndonos en una larga era de oscuridad y quebranto.

Además, no sé para que nos complicamos si el auto en el que te subís, le decís donde querés ir y te lleva solo ya existe, se llama taxi. Tiene un solo problema: el taxista, pero convengamos que es más fácil arreglar ese tema que empezar todo de cero. En vez de gastar miles de millones en desarrollo tecnológico podemos invertir unos mangos en capacitarlos, pagarles mejor o completarles la dentadura. Y todos felices.

Después no digan que no les avisé.



10



Si me llega a escuchar María Fernanda (la de El Arte de la Elegancia de Jean Cartier) se muere. O se vuelve a morir, no sé si todavía está entre nosotros, tendría que fijarme en el coso de internet.

La cosa es así: estoy en condiciones de afirmar que la elegancia y el orden son dos conceptos sobrevalorados. No porque tengan poco valor, sino porque me parece que hay una confusión al respecto, un error de interpretación.

Se supone que la elegancia es un valor per se, una característica distintiva, sinónimo de clase y magnificencia. Y resulta que no, que en algún momento un grupete se puso de acuerdo para decidir que era elegante y que no, y si quedaste afuera te jodés, sory. O sea que entre Lady Gaga y un croto sólo hay semántica.

Con el orden pasa lo mismo. Cualquier hijo de vecino diría que si ponés una cosa al lado de la otra, de menor a mayor, de clarito a oscuro, está todo bien ordenado. Y no. Tampoco. Sory de nuevo. Fijate lo del mapa del genoma humano: las mentes más brillantes de nuestra era estuvieron años tratando de sacarle la ficha porque es un quilombo, pero a nadie se le ocurriría decir que tardaron mucho porque estaba todo desordenado.

También tengo un problema con la puntualidad, pero si te lo explico ahora no terminamos más.




09



Y bueno loco, si te vas a poner así no sé para te ponés a leer esto. Si no te gusta agarrá “Platero y yo”, que es pequeño, peludo, suave y no te va a decir que sos un pelotudo.

Ya sé que el pibe del Hogar Betania que te enchufa la estampita a la fuerza es medio pesado, pero no hace falta revoleársela así ni ponerle esa cara de orto. Te hacés el poronga porque sabés que el subte es tu territorio, pero en un mano a mano no le durás ni un round. 

Además el tipo tiene esa entonación rara, como un cantito ritual, un mantra. Capaz que es miembro de una secta de esas que manejan todo (masones, iluminati, alguna de esas) y al final resulta que el boludo que va todos los días en subte a un laburo de mierda funcional a sus turbios intereses de dominación mundial sos vos.

Pensalo.