Ay, ay, malo Donald Trump, malo, malo, caca.
Dejate de joder. Agarrar de punto a ese impresentable
barnizado es salir del laberinto por arriba.
Aunque es verdad que funciona. Al lado de este señor somos
todos el Che Guevara con la camiseta de Greenpeace donándole sangre a un
refugiado libanés mientras acariciamos a un cachorro, salvamos una ballena y ya
que estamos, a un inundado santafesino que justo era un taxista honesto que devolvió
un montón de plata a un ingenuo pasajero que iba a
pagar la costosa operación de un sobrinito que es fanático de All Boys, que
nunca pudo salir campeón. Pobre pibe.
La cuestión es que esta paupérrima coincidencia hace parecer
que estamos todos de acuerdo en algo. Y resulta que no, si repasamos los argumentos
vamos a ver que las razones para odiarlo son las que desnudan las diferencias.
Entonces no queda otra que reconocer su sinceridad y coherencia,
y aprovechar la ocasión para aclarar los tantos.
Gracias, Donald, por esta involuntaria e invaluable oportunidad.