63

Saber poco es un problema, saber demasiado una maldición, saber solo lo suficiente, una pequeña tragedia.

El equilibrio no es una opción. Para lograr eso habría que definir el punto de apoyo, y no creo que haya uno solo.

La única que queda es aceptar o, si se puede, elegir dónde pararse y tratar de entender algo desde ahí, aunque sea insuficiente.

Y siempre es insuficiente.

Buenas noches.



62

Ay, ay, malo Donald Trumpmalo, malo, caca.

Dejate de joder. Agarrar de punto a ese impresentable barnizado es salir del laberinto por arriba.

Aunque es verdad que funciona. Al lado de este señor somos todos el Che Guevara con la camiseta de Greenpeace donándole sangre a un refugiado libanés mientras acariciamos a un cachorro, salvamos una ballena y ya que estamos, a un inundado santafesino que justo era un taxista honesto que devolvió un montón de plata a un ingenuo pasajero que iba a pagar la costosa operación de un sobrinito que es fanático de All Boys, que nunca pudo salir campeón. Pobre pibe.

La cuestión es que esta paupérrima coincidencia hace parecer que estamos todos de acuerdo en algo. Y resulta que no, si repasamos los argumentos vamos a ver que las razones para odiarlo son las que desnudan las diferencias.

Entonces no queda otra que reconocer su sinceridad y coherencia, y aprovechar la ocasión para aclarar los tantos.

Gracias, Donald, por esta involuntaria e invaluable oportunidad.


61

Ah, el amor, el amor… Una de esas cosas que no vale la pena explicar.

Sin embargo, en algún momento y sin que nadie lo demande, la explicación llega sola. Ponerle palabras a esa mezcla de efusión hormonal, fantasía romántica y necesidad de afecto es inevitable.

Pasada la etapa inicial de pasión desenfrenada la razón pide pista, y generalmente aterriza acompañada de la duda. Y como sabiamente dijo Aldo Rico, la duda es la jactancia de los intelectuales, así que habrá que resolver el dilema con las herramientas que tenemos: hormonas, fantasía y necesidad.

Y que sea lo que sea. Pero que sea.



60

La idea de cambiar para seguir siendo el mismo no es ninguna novedad. El barco de Teseo, el río de Heráclito y la casita de Tucumán no me dejan mentir.

Cuando las circunstancias te mandan a la banquina no queda otra que maniobrar para mantener el rumbo, y la única manera de hacer que las cosas sigan más o menos igual es ir mutando. A menudo se confunde con evolución, pero eso implicaría una mejora en algún aspecto, algo que no siempre sucede.

En general se trata de mantener las cosas como estaban haciendo que los cambios sean imperceptibles, negando el proceso. Lo resistimos porque asumir que podríamos ser otro no es fácil. Eso explica el alto valor social de conceptos tan ambiguos y abstractos como “ideales” y “coherencia”.

En mi nueva vida voy a ser yo. Pero, como dice Nacho, ahora no.




59



Escucha con atención, pequeño saltamontes: si continúas insistiendo en considerar éxito y fracaso como absolutos opuestos nunca llegarás a entender qué fue lo que sucedió al final del viaje, dónde erraste el camino, cual tren bala te llevó puesto mientras estabas agachado contemplando esa flor de loto.

Debes saber que si decides pintar meticulosamente la cerca del jardín difícilmente logres darle una segunda mano a la piecita del fondo. Porque cada logro implica una pérdida, en cada elección algo se resigna.

Recuerda que esa tabla que orgullosamente rompes de una patada voladora es reflejo de tu superación, pero también un poco menos de machimbre para tu cielorraso.

Escoge sabiamente.


58

Ya establecimos (acá) que la actualidad es una trampa, así que no vamos a cometer el error de sacar conclusiones sobre acontecimientos corrientes.

Lo que no podemos evitar es que cualquier cosa que se diga sea entendida como un comentario indirecto sobre el presente inmediato. Eso pasa porque para ser medianamente funcionales necesitamos entender qué está pasando ahora.

Entonces caemos en otra trampa, la de la interpretación.

Explicamos la crisis energética con una cita de Oscar Wilde, comparamos un piquete en la 9 de Julio con la batalla de Stalingrado y terminamos evaluando un comentario de Santo Biasatti como si el tipo fuera la reencarnación de Sócrates (el griego, no el brasilero).

La razón se mezcla con el pensamiento mágico para formar un engrudo de fe, deseos y convicciones que tapa momentáneamente la gotera pero no para la lluvia.

Mientras tanto, como decía el filósofo Mártin Wullich, una nueva hora comienza.
Y nos lleva puestos.



57

Si hay que ir, vamos. Cuenten conmigo.

Me mudé tantas veces que una más no hace diferencia. Marte me parece bien.

Aunque, si me permiten, la única objeción que tengo es que ya pasamos por esto y vimos como resultó. Cada conquista de un nuevo mundo dejó un tendal. No veo por qué esta vez vaya a ser diferente.

Ya sé que no soy indio, negro ni marciano, pero igual me preocupa un poco. Andá a saber a quién le toca esta vuelta.


56


Lo más difícil es saber cuál es la distancia justa. De lejos se pierde el detalle, de cerca desaparece el contexto. Todo lo que vemos y creemos está condicionado por ese encuadre arbitrario.

Por ejemplo, nadie va a discutir que al lavarse los dientes hay que cerrar la canilla para no desperdiciar agua, pero si te alejás un poco se podría concluir que el desgaste que genera esa acción implica un desperdicio mayor: de tanto abrir y cerrar la canilla se rompe el cuerito, hay que ir a la ferretería, el ferretero le compra la mercadería a un distribuidor, que le tiene que poner gasoil a la camioneta para ir hasta la fábrica, donde el fabricante multiplica su fortuna porque además de ser un magnate de la industria del cuerito es propietario de la cadena de estaciones de servicio en la que carga combustible el distribuidor, y con parte de su patrimonio se compra una mansión en nordelta que tiene un exótico parque de 400 hectáreas que requiere riego permanente y gasta muchísima más agua que yo haciendo buches.

Hay muchas formas de leerlo, así que supongo que la distancia justa será la que mejor se ajuste a los intereses de cada uno.

Quizá sea hora de dejar la canilla abierta y alejarse un poco. A ver qué pasa.