Querido diario:
Ser bombero voluntario no es tarea fácil. Aunque lo supiera
cuando tomé la decisión de abandonar el grupo de danza para cumplir mi destino nunca
hubiese imaginado cuán duro y sacrificado sería enfrentarse diariamente a estas
terribles desgracias que me resultaban ajenas unos pocos días atrás.
Aun así estoy conforme con mi elección. El grupo humano es
divino y el uniforme es fabuloso. La zozobra que produce la habitual cercanía
de la muerte no logra empañar mi alegría ni aplacar mi entusiasmo.
Es un gran comienzo, tengo mucho por delante. Ansío
fervientemente encontrar en mi nueva vida la misma pasión que alguna vez sentí
sobre un escenario. Que cada golpe de mi martillo, cada chorro de mi manguera,
disipe las nubes de duda que acechan mi espíritu y me liberen de la pesada
carga de la incertidumbre.
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