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Resulta que viene el tipo, se sienta justo adelante y empieza a tirar el asiento para atrás todo lo que puede. Insiste más allá del límite lógico razonable que impone la circunstancia y el engranaje. No va que, una vez resignado a no lograr la horizontalidad absoluta, se pone a escribir en el celular inclinado hacia adelante, en contra de los principios más elementales de la física, la ley de gravedad y la kinesiología.

Supongo que la idea es aprovechar al máximo lo que ofrece el servicio, reclinación incluida. La contractura es el pequeño precio a pagar.

Viajé un poco incómodo, intentando decidir si alegrarme por su actitud rebelde o por su inminente tortícolis.



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