No es ninguna novedad que la propaganda -por favor evitemos el
eufemismo “publicidad”- apela al morbo.
Lo que no termino de entender es la necesidad de humanizar
mosquitos y cucarachas para inmediatamente aplicarles un castigo ejemplar en
forma de aerosol.
Saber que la víctima tenía familia, amigos e incluso sentido
del humor (suelen hacer chistes antes de morir) debería ser insoportable y
desgarrador. Por el contrario, parece que conocer esos detalles hace más dulce
la masacre.
Quizá si los viéramos en su forma natural el exterminio sería
menos perturbador (son insectos, la
empatía se complica) pero no, para que truene el escarmiento y la inversión en insecticida se
justifique hay que mirarlos a los ojos, escuchar sus últimas palabras y recién
ahí liquidarlos sin piedad.
En este punto sería fácil asumir que lo que vemos en
pantalla es un síntoma de la sociedad, pero me parece una conclusión insuficiente, un poco pelotuda.
Otra no se me ocurre.
Otra no se me ocurre.
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