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Si vas a meter los dedos en el enchufe después no me hables de mala suerte, y si te la pasás yendo a la vecindad y siempre te cruzás al Chavo tampoco me hables de casualidad porque es más o menos lo mismo.

La suerte, como la fe, es una superstición basada en la voluntad, en cambio la casualidad es algo excepcional pero estadísticamente probable. El problema es que si se repite y pierde su carácter inusual, pasa a ser otra cosa: una excusa que esconde una causa inconfesable, una forma socialmente aceptada de mentir.

La suerte no existe. ¿No te gusta? Mala suerte.


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