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“Lo más importante es que vos te sientas bien” me dijo.

Y casi le creí. Hasta que me di cuenta que si todos pensáramos eso nos transformaríamos en una sociedad de idiotas egoístas insensibles capaces de sacrificar todo con tal de obtener una satisfacción inmediata y efímera, aún cuando esa satisfacción signifique la desgracia ajena, incluso cuando esa misma desgracia sea fuente de satisfacción.

Ya me siento mejor, gracias.



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